miércoles, 18 de mayo de 2011

Nunca entendiste del todo el significado de la palabra "fragilidad".

Se podría decir que para él era una situación extraña. Se encontraba a escasos centímetros de ella, pero la fría situación hacía que parecieran kilómetros.
"Has jugado con fuego." La oía decir en tono de reproche.
Sus ojos empañados irradiaban cierto odio, casi ahogado en su llanto. Oía su voz a un volumen por encima del habitual, pero casi ni la escuchaba. Todabía estaba unos capítulos más atrás, preguntándose cómo había llegado todo a aquél punto, qué había sucedido para que se le hubiera ido todo de las manos.
"Es más, no sólo has jugado con fuego, has empapado las cerillas de gasolina." Siguió ahora con un hilo de voz. "Yo.. traté de hacerlo todo con cuidado. Te avisé de que era joven y estúpida, pero tú lo malinterpretaste, y terminaste buscando diversión donde hacía falta ternura. Supongo que me has dividido en dos mitades: la primera te pertenece, desgraciadamente. Te esperará siempre, soñadora, como lo fuí siempre que estuve contigo. La otra parte...es lo que queda de mí, de lo que era antes de que tú quemaras todas mis jóvenes ilusiones y gastaras mis ganas de vivir, la niña que hacía esfuerzos sobrehumanos por hacer reír a los demás mientras ella se desmoronaba por dentro, aquella a la que tú engañaste con dulces y cumplidos hipócritas que sólo la perjudicaron. Me temo que no entendiste del todo el significado de la palabra "fragilidad". "Fragilidad" significaba que yo corría el peligro de desvanecerme. Te necesitaba, no sabes cuánto, nunca entenderás lo que yo pude llegar a depender de tí...pero tú me subiste demasiado alto, tanto que sólo conseguiste que la caída doliera más. Por eso has jugado mal, y no sólo me has quemado a mí, sino te has quemado a tí, y lo más importante de todo, con el ruido del arder de tus llamas, hace ya mucho que no oigo mi propia risa."
 A,.

lunes, 16 de mayo de 2011

Frágil, fuerte.

 Qué complicado es aceptar lo que no queremos sentir, eso que nos hace caer y volver a retroceder y en  cada paso intentamos no reandar en el pasado.
La verdad es que suena realmente mal: "pasado". Un mundo en cada letra. Y un día pensamos que será más fácil, que cada día nos iremos haciendo fuertes. Hasta que nos sorprendemos buscándonos en cada esquina, creemos vernos en una simple sonrisa, en un gesto, en una palabra, en un susurro o tal vez en un grito. Nada que hacer, nada va como nos lo esperábamos. Nadie nos explicó lo complicado que era todo esto o tal vez, solo tal vez, creyeron de verdad que de los errores se aprende. Entonces sentimos ese miedo y comenzamos a correr, aun sabiendo que correr no nos servirá de nada, seguimos alejándonos, pero ¿de qué? ¿O de quien? Nos cansamos de buscar ese calor entre la gente, porque resulta triste. Y más triste resulta  no encontrarlo. No encontrarte.
Y ocurre, sin ningún motivo nos emocionamos de nuevo, reímos, bromeamos, corremos sin querer alejarnos, saboreamos cada instante, respirando todo hasta el fondo, aprovechando el tiempo que queremos vivir, sin prisa... Sonríes, porque sabes que merece la pena, porque por fin sin buscarte te has encontrado.


M

lunes, 9 de mayo de 2011

Pero todo sigue.

Claro, que si pudiera pararía el mundo en ese instante, o quizá un rato antes, mirando al cielo sin oír nada más que tu respiración. Sin hacer nada más, que se pare el mundo, que aquí me bajo yo. Tentador, estar siempre así, en ese momento en que todo lo demás deja de importarme.
M

Madrid.

Madrid duerme. Sólo atraviesan la conocida calle de la ciudad un par de coches, quizás volviendo de alguna fiesta en un bar. Lo demás sueña. Pero ella no. Permanece en su balcón en un sexto piso, jugando monótonamente con su melena rizada. El silencio es sobrecogedor. Inspira profundamente el gélido aire de la noche. Rondarán los 4º, pero no tiene frío. Está concentrada en mirar al frente. O eso parece.
Expulsa el aire de un suspiro, echando un humillo que confirma la baja temperatura. Una ráfaga de viento la hace temblar y rodearse con sus propios brazos. Y ahí lo suelta todo: el recogido que inconscientemente había hecho con su cabello, otra bocanada de aire, el volante de la manga de su chaqueta y un par de lágrimas. Como si fuera una película, en ése preciso momento comienza a caer una suave lluvia. Se agacha con una expresión afligida en la cara, se agarra a los barrotes de la valla y llora. Llora en silencio, un silencio como el de Madrid.
Algo más calmada se sienta, dejando sus descalzos pies colgar encima de la calle. Mira hacia abajo. No hay coches. No hay luces. No hay gente. Sólo viento, frío y lluvia. Levanta la mirada hacia el cielo que, vagamente, intenta amanecer. Madrid duerme. Pero ella no.
A.

martes, 3 de mayo de 2011

Take me somewhere.

Caminaba rápido pero indecisa. Estaba nerviosa, asustada, le faltaba algo. En esos momentos sólo quería una cosa.
Le apetecía caminar por la orilla vacía. Estar de pie, quieta en la playa que tenía parte de su vida. Sentir el agua fría acariciando sus pies siguiendo un compás desigual. Notar la brisa del mar sobre su cara, susurrándole en los oídos. La arena, algo húmeda entre sus dedos. Quizás sacar uno de los cigarros que nunca se fumó. Estar sin problemas. A lo lejos se oirían las gaviotas.
"Ya no tengo miedo", pensó.
A.