sábado, 20 de octubre de 2012

I'd spend a lifetime with you.

¿Sabes qué? Me pierden los momentos en los que eres superior a mí, como cuando me proteges. Me gusta que hables sin parar porque siempre, desde que hablo en serio contigo, que es desde hace ya varios meses, he dicho que tienes una voz preciosa, y me encanta perderme en ella. Y me gusta mucho que hables en tu jerga de ordenadores y cosas raras, porque no entiendo la mitad, pero se te ilumina la cara y se te ve seguro, y una vez más, eres superior a mí. De hecho, ¿sabes en lo que pienso ahora que me encanta? En nosotros independizados, una casa minimalista de tonos rojos, blancos y negros y madera de Ikea, una casa pequeñita pero muy iluminada y, sobre todo, acogedora, en la que estén tus cables y mis apuntes de Derecho por el suelo y miles de cojines que se han caIdo del sofá después de una guerra con estos; las tazas del desayuno en la mesa y mis mil bolsos en la entrada, que siempre los cambio en el último momento. Las zapatillas de andar por casa también perdidas por el parket; yo siempre voy descalza. Tu despacho, en el cual yo no me adentro, lleno de papeles y hardware que escapa de mis conocimientos, todo manga por hombro, y subrayadores de colores que te he obligado a utilizar para estudiar porque eres un desastre. La cocina decentemente hecha, porque por muy maniática que sea, entre que estudio y que tú picas entre horas, no hay quien lo estabilice; pero para todo eso tendremos el domingo por la mañana, en el que tú pasarás la aspiradora porque yo te obligo, y limpiarás los cristales, porque mi padre también lo hace. Un baño cálido con mis cosas para el pelo como monopolio de la casa y un espejo lleno de post-its que me vas dejando todos los lunes para cuando me levante, hacer el comienzo de la semana menos duro. Y nuestro cuarto, con las persianas esas que dejan pasar rayas horizontales, con una cama de matrimonio para que yo me pueda hacer una pelotita sin invadirte y un nórdico calentito que nos resguarde todas las veces que hagamos el amor; blanco para que solo estemos tú y yo y el color de nuestras sonrisas entre las sábanas de esa cama que casi nunca haremos, porque siempre la acabaremos deshaciendo. Nuestro armario a mi lado para que yo me levante antes que tú y te robe una sudadera porque me gusta pasar el día oliendo a tí, y tú ruegas lo justo porque en el fondo te gusta que yo también deje impregnado mi olor en tu ropa. Y por todas la casa, fotos. De nuestras familias, de mis amigos y de los tuyos, de los del colegio y de los de la uni; y sobre todo nuestras, de todos los años que nos hemos querido; y en el cajón de las cosas que no tienen sitio, porque siempre hay uno, algún marco vacío para las de todos los años que nos quedan.
A.

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