jueves, 7 de abril de 2011

No me hagas caso.

Ella grita. Él escucha, o al menos lo intenta. La verdad es que no entiende absolutamente nada de lo que ella dice. Se fija en sus labios, que tiemblan desesperados, intentando descifrar el montón de palabras que no cesan de salir de su boca. Nada, imposible, ni siquiera es capaz de leerle los labios. Y será por la rabia, por todo el dolor que ha guardado durante tanto tiempo, por todo lo que ha sido. Sí, eso es. Por eso él escucha, por eso aprieta con fuerza los puños para evitarse más problemas, porque sabe perfectamente que ella tiene razón, que tiene motivos para estar enfadada, para gritarle e insultarle, sabe incluso que se merece mucho más que unas estúpidas y frustradas palabras que ni siquiera logra unir. Así que él solo asiente, baja la mirada, aprieta más los puños y de vez en cuando consigue descifrar un par de palabras: capullo, cabrón. Se nota cansada, las palabras ya ni siquiera están en su lugar, las frases no tienen ni pies ni cabeza. Y entonces solo silencio. Solo se oye su pesada respiración, lenta.
Él la mira, se acerca despacio y por fin la abraza, con fuerza.
“No vuelvas a hacerlo… No vuelvas a desaparecer así de mi vida.”

M

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